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Los Olives



Mucho se habla de los mexicas, mayas, zapotecas y demás, pero, ¿quién ha escuchado realmente hablar sobre los olives, los janambres o los mariguanes? Estos pueblos mencionados han sido un poco olvidados injustamente con el pasar del tiempo, cada uno con su propia cultura, idioma y cosmovisión, tan compleja como cualquier otra cultura humana. En su mayoría eran cazadores, algunos recolectores o nómadas. El pueblo más conocido quizás serían los huastecos, asentándose al sur del estado, dejando vestigios de su existencia en lugares como El Mante o en Tampico con la poco conocida pirámide de las Flores.
Por otra parte, los olives eran, al principio, una tribu asentada en una remota región de la “Florida”, al norte de la Huasteca, y que fue el misionero franciscano fray Andrés de Olmos quien la hizo salir de allí para instalarla en la aldea de Tamaholipa. Tenían sus aliados o súbditos llamados maguaos, o maguaves.
Contamos con poca información sobre la cultura básica de los olives, lo cual, sin duda, se debe a que, en sus rasgos generales, los españoles debieron juzgarla análoga a la de los huastecos de las cercanías. Sabemos que, a principios del siglo XVII, los maguages cultivaban el maíz; pero es evidente que tanto ellos como los olives hacían uso de las diversas plantas de cultivo detectadas entre los demás pueblos sedentarios: maíz, frijol, calabaza, camote, chile y tal vez algodón, a las que agregaron el plátano o banana, traído por los españoles. Testificando ante José Tienda de Cuervo, en 1757, el capitán José Antonio de Oyarvide señala que los indios olives, establecidos no hacía mucho al pie de la sierra de Tamaulipas, vivían allí del producto de sus cultivos de maíz y de agaves de pulque (magueyes). Ahora bien, se sabe que este último cultivo era un elemento típico de la civilización mesoamericana, el cual, originario de altiplano central mexicano, en tiempos precolombinos se había extendido a las tierras cálidas de la Huasteca.
No cabe duda de que los olives construían habitaciones estables, ni de que fabricaban cerámica, es indudable que en la época colonial vestían ropas tejidas, probablemente de algodón. No obstante, al describir a los auxiliares indígenas de una expedición española de 1572, John Chilton afirma que se trataba de arqueros desnudos de las aldeas de Tanchipa y de Tamachipa.
Es indudable que los antiguos olives realizaban actividades de cacería, pero no tenemos datos al respecto. Agustín López de la Cámara Alta dice que los lugares de pesca de la aldea de Tamaholipa se hallaban cerca del Pueblo Viejo de Tampico (hoy llamado Villa Cuauhtémoc), es decir, en las lagunas de la desembocadura de los ríos Pánuco y Tamesí.
Diversos documentos señalan que los olives de la época colonial explotaron minas de plata — que hasta contenían un cierto tenor de oro— en la sierra de Tamaulipas, y que ellos utilizaron esos metales preciosos para fabricar los ornamentos sagrados de su iglesia.
Ignoramos todo lo que concierne al ciclo de vida, creencias y prácticas religiosas de los olives. A lo sumo, podemos suponer que debieron ser semejantes a las de los otros pueblos sedentarios de la sierra de Tamaulipas. Pero los olives no tardaron en ser convertidos al cristianismo, tras lo cual vivieron congregados bajo el cuidado de un misionero franciscano.




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